viernes, 20 de septiembre de 2013

Diario de una pintora

Hoy me he puesto a imaginar lo precioso que sería dedicarme a una serie de dibujos en miniatura con algunos pequeños toques de color en acuarela. Cada dibujo sería una pieza exquisita, única, con personajillos exóticos de un cierto aire hindú envueltos en un ambiente casi místico de profunda religiosidad pagana. El efecto debería ser equiparable a las sutiles notas del sándalo que le dejan a uno flotando en un no sé que de dulzor sensual. Salir a la ventana y respirar el aire puro. Un poco de imaginación para esta pobre habitación sin cuadros (el casero no me deja colgarlos). Hace falta cerrar los párpados muy lentamente para recogerse en la intimidad de uno mismo, de ser posible en la penumbra de un rincón cualquiera, y pensar, pensar, dejar fluir libremente recuerdos y sentimientos, como quien se desangra y ya no le importa porque todo le parece demasiado bello. Los cipreses de abajo son como aterciopeladas pelucas verdes que se ondean mansamente con la caricia del viento. Un perro oscuro y regordete como un lechón a bajado a trote las largas escaleras grises y me ha colmado de felicidad como un chorro de luz que brota a borbotones. ¡Oh, cuánta alegría siento!