viernes, 1 de marzo de 2013

Mini cuento

Elisa murió en el 74; su madre, en el 92. No se dio cuenta o no pudo o no entendió que sus manos, acariciando el suave y aterciopelado pelo de su gato Simón, sufrían el mismo efecto sedante que  los delicados arpegios que intentaba su madre sobre el piano; y a pesar de ello lo mató, lo estranguló con sus propias manos, la misma tarde en que descubrió que ya no era virgen y también porque el gato, había sido víctima -y esto lo sabían tanto Elisa como su madre, al igual que todo el pueblo- de indebidos y desesperados tocamientos por parte de Elisa, que desataban oleadas de culpa y de placer al unísono en su frágil y anémico cuerpo. Luego del asesinato, Elisa corrió por un vaso de agua. Agua fresca, helada, bien fresquita, que su mami guardaba en la heladera. Al poco sus dedos se paralizaron  por la gelidez impropia del agua, y el vaso cayó con estrépito al suelo. Su madre, que dormía plácidamente tras un biombo bizantino, apareció de pronto. Contempló primero el vaso roto y luego el gato muerto, y bajó la mirada. Sobre la tumba del gato crecieron dos flores blancas y una mariposa vino y se  posó en una de ellas.

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